Enamorarse no es lo mismo que amar. Enamorarse es una experiencia muy bella que puede ocurrir al inicio de algunas relaciones, y que siempre en algún momento acaba. Pero amar es algo que solamente se alcanza profundizando en el sexo. El enamoramiento tarde o temprano acaba, porque es espontáneo. Pero en cambio el amor no muere, o siempre puede renacer, porque el amor hay que hacerlo: el amor se hace mediante el sexo. Este es el origen de la expresión “hacer el amor” —que es o debiera ser sinónimo de “acto sexual”. El amor real, el amor que generas mediante el sexo bien hecho, siempre llega para quedarse: no tiene fin —aunque lleva empeño alcanzarlo.
En realidad, el amor nunca está desde el principio de una relación, o está solamente en estado latente, como posibilidad, como enamoramiento. El enamoramiento es un amor en estado de crisálida: aunque contiene la maravilla, ésta puede nacer o no nacer. Para hacerlo nacer, la pareja debe hacer el sexo bien, conservando la energía del amor y cultivándola cada vez más.
Practicando bien el sexo, el amor puede hacerse surgir incluso en una relación que haya comenzado sin enamoramiento, o en una relación en la que tal vez desde hace mucho tiempo acabó la etapa del enamoramiento y ya comenzó la etapa de las crisis más difíciles. Para hacer nacer el amor, o para regenerar su amor perdido, todo lo que la pareja debe hacer es aprender a hacer el amor realmente.
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