Éste es un buen ejercicio, que abre la comunicación del hombre con lo femenino profundo en la mujer, y por tanto mejora enormemente el acto sexual. Consiste en que la mujer y el hombre se sienten o se recuesten juntos, frente a frente. Y sin mayor preámbulo, él dulcemente le propone a ella algo como esto, aunque no tiene que ser exactamente con esta frase: «Dime, con detalles, qué sientes ahora mismo».
Ella, honestamente, va a complacerlo en lo que él le pide: le dirá lo que ella realmente siente en ese momento —sin simular nada, sin inventar, y sin hablar indirectamente sino directamente—; y él, también honestamente, va a mantenerse siendo consistente con lo que le ha pedido a ella: va a escuchar todo lo que ella tenga que decirle, hasta el final, sin interrumpirla, o con un mínimo de interrupciones si son realmente necesarias. Hablar con franqueza y sin ambigüedad, y escuchar sin juzgar ni interrumpir: éste es un gran ejercicio para ambos, mujer y hombre.
Él debe escuchar todo lo que ella desee decirle, como ella desee decirlo ahora, y velar solamente por que sea la más completa verdad. Cada palabra de ella, cada idea, cada emoción, debiera ser recibida como oro sonoro, como joyas en verso: el decir de ella debe ser atendido, comprendido, pero sobre todo debe ser recibido como una energía que ella está entregando, regalando. De hecho, es importante para lograr el propósito de este ejercicio, que el hombre aprenda a escuchar no sólo lo que ella le dice, sino también lo que ella no le dice —pero que está de hecho en la energía de lo que ella dice.
Sólo en la práctica se comprende el significado profundo y la función de este ejercicio. El hombre descubrirá cuánto conocimiento hay en la energía de la expresión de la mujer, y cómo, aunque ella misma no lo sepa, el hombre necesita esa sabiduría de la comunicación profunda con ella —tal como los árboles se nutren de la tierra en que están plantados. Así lo dijimos una vez en un poema::
Una mujer es
Como un madrigal
Pero no en el sentido
Tradicional
Una mujer es
Como un madrigal
Porque siempre
Habla a dos voces
Una clara y la otra
Oscura
La música de siempre
La fuente cristalina
Es la voz clara
La sabiduría
Que nos falta
Es su otra voz
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