«¡Él mal de amores no tiene otro remedio que el canto melodioso y la copa bien servida en los jardines!»
¡He seguido las prescripciones de Ibn-Sina, y no he obtenido resultado! ¡Ay de mí! ¡Entonces corrí a otros amores, y vi que el Destino me sonreía y me otorgaba la curación!
¡Te equivocaste, pues, Ibn-Sina! ¡La única medicina del amor, es el amor!”
Poema de Avicena (Ibn Sina, cuyo nombre completo fue Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sīnā) —médico y filósofo persa de entre los siglos X y XI. El texto fue tomado por nosotros de la noche 134 de Las mil y una noches.
A veces, como puede verse en este poema —que dicho sea de paso, probablemente haya estado en versos rimados en el texto original, pero que seguramente perdió todo esto durante la traducción—, los autores árabes gustan de ponerse de personajes de sus propios escritos. Aquí en este poema, Avicena, de modo humorístico, se representa a sí mismo como un médico que no queda muy bien parado a la hora de recetar un remedio eficaz contra el célebre mal de amores, la “enfermedad” más común de todos los tiempos. El remedio contra el mal de amores lo halla espontáneamente el propio enfermo: amar a un nuevo amor —si bien el hallazgo está marcado por esa fatalidad árabe que provoca que sea el Destino (fuerza que a veces está incluso por encima de Alah, aunque en ocasiones es Alah mismo) quien determina todo en materia de amores, y en todo lo demás.
Téngase en cuenta, para mejor comprensión de este texto de Avicena, que cuando un árabe usa la palabra amor, no se está refiriendo meramente a un amor espiritual o platónico, sino que —como ocurre con los autores taoístas de China— el término amor aquí reúne las cualidades elevadas de los sentimientos amorosos con los exquisitos placeres del acto sexual. Ésta nos parece una mejor versión del amor, en tanto es mucho más completa que los sentimientos de sólo amor, que con el tiempo se quedan irremediablemente vacíos.
Este amor árabe como remedio, es semejante al que Ray Bradbury había propuesto como solución para el mal de amores en uno de sus cuentos, «Remedio para melancólicos»: el remedio contra el mal de amores es el más delicioso acto sexual. Para lograr lo cual —añadimos nosotros— no sólo hay que hacer el sexo, sino que además hay que aprender a hacerlo bien. Entonces no habrá que ir a buscar siempre una nueva pareja.
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