La puerta del paraíso es el sexo de la mujer. Y la mujer es el paraíso mismo, el Jardín del Edén. Por eso el hombre vive obsesionado por la mujer, sobre todo por el sexo de ella: ella es su paraíso y él hasta ahora no había logrado alcanzarlo. Así que, para comenzar: no sigan yendo con excitación a este bello jardín, pues perderán la cabeza y será como si no lo hubieran vivido: vivirán obsesionados con el sexo, imaginándolo, buscándolo sin saber que lo buscan —principalmente el hombre. Mejor vivan con calma la delicia del Edén, para que se haga realidad. Mejor empezar en frío, y dedicar al menos media hora al sexo.

Empiecen sin preliminares, directo con una penetración muy sensitiva que les dé un poco más de conciencia sexual y les renueve el gusto. El pene va incorporándose dentro de la vagina al ritmo progresivo en que ella se vaya despertando en toda su profundidad. El pene sigue conduciendo en esta etapa, y la vagina va diciendo el cómo: es cuestión de sensaciones.

La mujer debiera recostarse y dejarle el movimiento de la penetración al hombre, hasta tanto ella sienta que el placer y el amor realmente se han despertado en su cuerpo. Cualquier movimiento de ella sin sensaciones reales, podría conducirla a perder la presencia real. Cuando el acto avance más, ella podrá moverse a su gusto.

El pene debe dedicarse a servir placer y amor a la vagina: él debe desenfocarse de sí mismo y debe enfocarse en ella. Hacer el amor real consiste en complacer a la vagina —cuando él haga esto, ella le dará a él todo lo que él siempre ha deseado, y también lo que él todavía no alcanza a imaginar. Pero para eso él debe desinteresarse de sí mismo, y deleitarla a ella.

El acto sexual debe hacerse en el fondo de la vagina, con el glande abierto lo más cerca posible del cérvix, generando placer y amor. Permaneciendo en el fondo de la vagina, la vagina estará estimulada en toda su profundidad. El glande debe ir poco a poco avanzando hacia el fondo, y allí debe permanecer amando.

Para amar, la pareja no debe mover el pene obsesivamente hacia adentro y hacia afuera usando a la vagina como si fuera un objeto y no una cavidad viva. Si ellos proceden de manera tan torpe, el pene seguirá un camino fijo dentro de la zona más o menos central de la cavidad vaginal, y de ese modo no podrá sentir que en realidad la vagina, un poco más allá de esta estrecha zona central, está tensa e insensible, y que los movimientos maquinales la vuelven más tensa y más insensible aún. Lo más conveniente para que esto no pase, es penetrar la vagina a fondo, y en vez “bombear” (en vez meter y sacar el pene), dejar el glande bien cerca del fondo, y realizar movimientos verticales del pene dentro de la vagina, moviéndola en toda su extensión, abriéndola, y haciendo énfasis hacia arriba con la base del pene, directamente sobre el Punto G y la raíz del clítoris. Para sostener el placer tan intenso y los orgasmos que se generarán de este modo, el hombre debe aprender a controlar su eyaculación. El control de la eyaculación es la base de todo buen acto sexual.

El nivel idóneo en el acto sexual es el de la fluidez estable del placer, y no el del pico de un placer agudo pero momentáneo. ¿Para qué necesitas ahora un pico de placer, si no vas a poder sostenerte establemente en ese nivel, y tal vez hasta eyacules sin control? Muchos picos de placer te harán necesitar muchas contracciones para controlar la eyaculación, y así el placer no será amoroso porque será entrecortado. El nivel que ahora va a hacerlos sentir amor, es el nivel del placer fluido y estable, el que crece apaciblemente siempre por debajo del umbral de la eyaculación.

Manténganse en este nivel, y cuando vayan a subir el nivel del vuelo del placer, súbanlo para permanecer establemente en ese nuevo nivel. Éste es el modo práctico de transformar el placer sexual en placer amoroso, en placer de unión profunda y estable, que es el placer que realmente agrada a la mujer. Para esto, lo mejor es que el hombre sea quien marque por ahora el ritmo, pues la mujer, desde ya mismo, no tiene límites en el crecimiento del placer, y si es ella quien marca el ritmo, siempre lo llevará a él hasta el límite, hasta el pico de placer que acerca la eyaculación.