El amor formal surge cuando el amor real se está muriendo. El amor se convierte en formalidad o apariencia cuando los amantes no tienen el coraje de ver y aceptar que su amor se ha desgastado. Reconocerlo sería el primer paso para comenzar a darle una solución real al desamor. El amor formal que viven las parejas cuando llevan tiempo juntas, es el extremo opuesto del amor sexual, de la pasión real que sentían al inicio de la relación. El amor formal es sentir que el amor real se ha quedado sin sustancia, y de todos modos seguir fingiendo el amor como si todavía estuviera.
El amor formal es una apariencia de amor: es una relación irreal y artificial que funciona como se supone que deben funcionar las parejas, es una flor maquillada y retocada que se muestra aparentemente viva cuando en realidad todo —las hojas, el tallo, la tierra— todo está muriéndose, erosionándose, petrificándose, quedándose estéril. Finalmente el amor formal es una postal o regalo semejante, como recordación de lo que fue y ya no es: un amor que todavía se lleva en la memoria, pero que ahora no se siente en el corazón —a pesar del afán por aparentarlo.
El amor formal se busca inconscientemente, como válvula de escape de una relación que no logra hallar la paz del amor real. El amor formal anestesia el dolor del desamor, o el sufrimiento nacido de una antigua pasión que no pudo ser realizada, porque su energía se fue escapando con la eyaculación habitual. El mucho discutir y sufrir agota emocionalmente, y provoca que los amantes prefieran el refugio de la formalidad sin pasión. El dolor y la indolencia son dos caras de la misma moneda. El exceso de sufrimiento hace desear la anestesia de la indolencia. La indolencia es el mejor escudo que hasta ahora los amantes han conocido para protegerse contra el dolor emocional, y éste a su vez es la más potente arma que cada uno esgrime contra el otro, para expresar la frustración que les causa no sentirse en el amor real.
El amor real no es una postal conmemorativa en un día señalado, ni es un paseo, ni es regalar una flor o algún objeto en el día de los enamorados, ni es una cena a la luz de una vela, ni un encuentro nocturno periódico, ni llevar una foto como recuerdo del amante. Todas estas cosas son solamente amor formal, sin sustancia ni sensación real. Y muchísimo menos, el amor puede medirse por lo caro o lo sofisticado que sea el objeto que se regale. Ésta es incluso la faceta más superficial y artificial del amor formal de la actualidad. El gusto actual por lo superficial y lo artificial, nace de lo superficial y lo artificial que está siendo el amor.
El camino directo para que un amor que alguna vez fue nuevo se convierta en rutinario y formal, es el sexo habitual; en cambio, el camino para que un amor nuevo siga siempre nuevo, o incluso para que un amor que se ha hecho formal vuelva a ser nuevo, es el sexo real, el gozo sexual más completo que existe.
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